Belgrano fue uno de los fundadores en serio de la Patria. Mente brillante, sólo por su enorme humildad no ocupó un lugar mayor en el panteón de los grandes actores de la Gesta de Mayo. Impuso una idea ética de la cosa pública como servicio. Se hizo militar, político o economista cuando correspondía, siempre para servir a la sociedad. Progresista en las ideas pero también en las acciones. Si San Martín fue el Padre de la Patria desde lo militar, sin dudas Belgrano lo fue desde el aspecto civil.
VISION BELGRANIANA DE ABRIL DE 2012
VISIÓN BELGRANIANA NÚMERO DE MARZO DE 2012
Visión Belgraniana número de Febrero de 2012
Visión Belgraniana número de Enero de 2012
Casa de Federico Gauffin en Metán - Municipalidad y Provincia
miércoles, 28 de diciembre de 2011
lunes, 26 de diciembre de 2011
CASTELLANI, PATRIOTA Y PARUSÍACO
De la escritura de Castellani supo decirse que es un “paneo entre tiempo y eternidad”, atribución ésta propia de los profetas. Puede el hombre hablar en lugar de Dios porque vive el tiempo a la vista de la eternidad, porque su vista va de las cosas de acá abajo a las celestes, en donde reconoce el modelo y acabamiento de aquéllas. La gracia extraordinaria llamada “don de profecía” otorga al hombre una visión de lo venturo justamente porque la historia y las edades —las pasadas y las advenientes— son sumergidas, si así cabe decirse, en ese presente absoluto de la vida eterna, y desde allí se las atisba.
En la patria posó, junto con su afecto, su mirada profética. No hace falta recordar que Castellani gozó de amor patrio en alto grado, ausente éste de nuestros contemporáneos pese a las declamaciones oficiales y a las escolares monsergas. Porque, considerados en la noción actual de “patria” los distintos términos que se le conciertan, nos decepcionan éstos por lo enjuto de su traza. No hablemos del territorio, cuya indisolubilidad se sostiene más por conveniencia geopolítica y económica que no por veneración a aquello que los antiguos llamaban terra patrum, de donde “patria”. Ni de la colectividad humana, de la que no persiste sino su remedo más vil: se pretende identificar hoy a la patria con la pertenencia a un grupo que no es sino yuxtaposición, montón, amancebamiento y caos (así, a trueque de una colectividad unánime, tenemos más bien la monstruosa síntesis de colectivismo totalitario y promoción de las “minorías”, cuanto más excéntricas mejor). Ni de la lengua, cuya progresiva atomización y envilecimiento impide hoy que se entienda una generación con la que le sigue, actualizando la confusión de Babel.
Pero es la tradición, si cabe, el componente más escamoteado en la antifrástica noción de “patria” hoy en auge. El rupturismo del siglo XIX hizo posible esta peregrina y nueva acepción, y quiso lograrlo justo entonces cuando nacimos como nación independiente. De la voluntaria quiebra de la continuidad histórica impulsada por varios de los hombres de Mayo y por sus sucesores se ha pretendido fundar una nueva tradición. Esto es cosa, en rigor, imposible. El rupturismo, si es consecuente y fiel a sus principios, no podrá evitar nuevas rupturas ulteriores, con lo que la tradición activa (el acto de dar o transmitir una generación a la otra aquel bien llamado a eternizarse en el tiempo) resultará negada en los hechos. De allí el absurdo de proclamar una supuesta “tradición de la ruptura”. La iconoclasia remite siempre a una corrupción del orden del espíritu que lleva por todo fruto un constante girar en el vacío.
Así como el acto es más sustantivo que la potencia, mayor rango ontológico alcanza un acto en cuya realización concurrieron múltiples generaciones —muchas más de las que se tenga memoria— que no una novedad impulsiva debida a una minoría irrequieta. Tal es la situación de la tradición respecto de la revolución y la ruptura. Y así de ardua habrá sido la situación de Castellani, hombre de la tradición, frente a lo que constituye la enfermedad cultural de nuestros contemporáneos. Está mucho más allá de nuestra ponderación cuánto Castellani encarnase las riquezas de la tradición de Occidente, entre las que se movió con la libertad de aquel discípulo del Reino celestial que sabe sacar de su despensa lo nuevo y lo viejo. La tradición es como el alma de la patria, es la que logra el tránsito dinámico, el inagotable portento de poner —en el presente— lo pasado entrañable en manos de los que abren el futuro.
No fue la del Padre Castellani una conciencia orgullosa y prepotente de la patria, al modo del chauvinismo. No alentó un mesianismo de la nacionalidad. Fue lo suyo más bien una conciencia dolorosa de la patria, repitiendo en esto el llanto del Señor ante la Jerusalén apóstata. Ni hubiera podido hacer del todo suyas las agridulces palabras de Nicolás Gómez Dávila, quien afirmó que “el problema fundamental de toda antigua colonia, el que plantean la servidumbre intelectual, la insignificancia de la tradición, la cultura subalterna, inauténtica, la imitación obligada y vergonzosa, yo la he, en lo que me concierne, resuelto de una manera extrañamente simple: he tomado por patria el catolicismo”. Si el genial bogotano pudo hablar de colonia, no ha sido esto en referencia a los Reynos de Indias, que sólo una nomenclatura errónea o aun denigratoria puede obstinarse en cognominar “colonia”. Gómez Dávila debió sentir comprensiblemente gravada su conciencia patriótica por el peso de una falsificación histórica bisecular, la misma que hemos padecido en todas sus latitudes los hijos de la patria grande hispanoamericana. La de Gómez Dávila es tristeza resuelta al modo de los cristianos de los primeros siglos, los que acuñaron el adagio “ubi christianismus, ibi patria”, porque disociados la Iglesia y el Estado, y adoptando éste una feroz ofensiva contra aquélla, no les queda a los hombres de fe sino refugiarse en la nave de Pedro soltando todas las amarras temporales. Castellani no toma por patria el catolicismo sino que remite siempre a la patria católica, reivindicando para Cristo estas tierras otrora evangelizadas, sin merma de su conciencia de que la evangelización resultó aquí incompleta, y de que la descristianización avanzaba, en sus días, como un torrente.
Como la patria terrenal se orienta a la celestial y tiene por fin y consumación su incorporación a Cristo, y a Cristo vencedor de sus enemigos, así el patriotismo de Castellani es inseparable de su expectación parusíaca. Quien alcance una viva conciencia del tiempo y la historia no puede menos que otear, de vez en vez, el misterio de las ultimidades, que eso es también propio del descubrir en el tiempo transeúnte la presencia de la eternidad recóndita y latente.
Los católicos modernos, acostumbrados a recitar cada domingo en el Credo el “…y vendrá con gloria para juzgar a los vivos y a los muertos”, y a repetir puntualmente después de la Consagración la fórmula “¡Ven, Señor Jesús!”, reparan muy poco en el alcance de estas expresiones. Es de creer que, puestos ante la perspectiva de una Parusía inminente, responderían como los invitados al banquete de bodas de la parábola: “estoy muy ocupado pagando las cuotas del auto”, o bien “dejémoslo para después. Quiero asegurarme una buena jubilación”. A Castellani la virtud de la esperanza, vivida en grado eminente, le dio la lucidez necesaria para penetrar el misterio de la Segunda Venida del Señor. En este artículo supo ver algo así como la piedra de toque de la fidelidad a Cristo. Allí donde cundía el que él llamaba “cristianismo mistongo”, esa pertenencia esclerosada y meramente nominal a la Iglesia, la señal del verdadero cristiano sería su memoria de la promesa de la venida gloriosa del Señor al final del tiempo histórico. Este dogma es también, como el de la Cruz, “escándalo para los judíos y locura para los gentiles”, especialmente en una generación ufana de sus conquistas técnicas, beoda de un vitalismo inferior que la hace presumir que el mundo ha de durar indefinidamente. Bien dijo hace cincuenta años nuestro autor que “el Anticristo no tiene actualmente más trabajo que el de nacer… El mundo está ablandado y caldeado para recibirlo por la predicación de los falsos profetas”, entre los cuales se ocupó especialmente de desenmascarar a los promotores del “evolucionismo teológico”, “que tiene como raíz el no pensar en la Parusía, ni tenerla en cuenta, ni creerla quizás, sin negarla explícitamente, polarizando las esperanzas religiosas de la humanidad hacia el foco del «progresismo». Hay una especie de rehúse oculto del martirio en esta posición, un buscar la Añadidura por medio del Reino y una evacuación de la Cruz de Cristo”.
Si como señala Castellani, el progresismo teológico ocultamente rehúsa el martirio, esto ocurre porque, al inmanentizar la resolución de la historia, aboga de tal manera por el hombre sin la gracia que se hace algo así como la doctrina del “hombre que se testimonia a sí mismo”, lo que repugna claramente al martur, que es quien da el testimonio supremo de esa Verdad que los ojos no alcanzan, tan sobrehumana es. El progresismo, demiurgo y ladrón —porque roba los honores debidos a Dios para derramarlos, en dudoso beneficio y sin mérito de su parte, sobre el demos canonizado— es, en rigor, el último jalón de esa liquidación de la cultura y la tradición que inaugura el Renacimiento, según parejamente lo dijo, y con acierto, Berdiaeff. Se trata de un antropocentrismo sofístico, a lo Protágoras, que en su irresistible impregnación ha devenido de tal manera el discurso oficial (el que se enseña en las escuelas y se premia en los concursos, el que se le hace repetir al barrendero sin que éste alcance a comprenderlo), que bien podría decírselo la única oferta forrajera disponible, según vocabulario que, por lo ganaderil, juzgamos atinado. El único trago que empinar, de acuerdo con la prosa tabernaria que convendría a este embotamiento de conciencias a que conduce la propaganda ideológica en curso, único —decimos— por la pretensión totalitaria que exhibe este discurso. Bien advirtió Marcel de Corte que el motor oculto de la idea de progreso era la adulación, y en ésta se funda ciertamente su fuerza persuasiva.
Ver la epidemia extendida nada menos que entre sacerdotes es de veras espantoso, por lo que puede entenderse la aversión de Castellani hacia ese clero que, de aseglarado, pasa a herético y cismático sin más. Ya Robert Hugh Benson había mostrado, en “El Señor del Mundo”, cuánto toca a un clero apóstata acompañar al Anticristo dando forma y expresión a su aberrante dogmática y a su liturgia espuria, y cómo el resorte íntimo de la adscripción de ese clero a la superstición progresista había que hallarlo en su vergonzosa deserción en la lucha contra los vicios de la carne. “Esta decantación postrera de lo que se llamó sucesivamente filosofismo, naturalismo, laicismo, protestantismo liberal, catolicismo liberal, modernismo” es religión profana que “no tiene todavía nombre, y cuando lo tenga, ese nombre no será el suyo. Todos los cristianos que no creen en la segunda venida de Cristo se plegarán a ella. Y ella les hará creer en la venida del OTRO”. Al negar la segunda venida de Cristo se niega de una sola vez su Reyecía, su Mesianidad y su Divinidad. Se niega el proceso divino de la historia, porque “el universo no es un proceso natural, como piensan los evolucionistas o naturalistas, sino que es un poema gigantesco, un poema dramático del cual Dios se ha reservado la iniciación, el nudo y el desenlace, que se llaman teológicamente Creación, Redención, Parusía”.
La concepción del tiempo más apropiada a un paganismo cabal es, en todo caso, la cíclica, que es en su variante más angustiosa la del eterno retorno —la misma que Nietzsche tomó de los estoicos. Es, en rigor, ese mismo carácter cíclico no declarado el que late detrás de la tesis progresista, incapaz de definir —de otorgar un claro fin— a la historia. Allí donde se diluye el misterio ha de prevalecer por fuerza la necesidad, y ésta es oclusiva y nunca libertadora: no hay razón inmanente para atribuirle una resolución feliz y favorable al curso de los tiempos. No hay razón, al cabo, para atribuirle al tiempo resolución alguna, si ésta no le es otorgada desde arriba. El progresismo (teológico, político, en cualquiera de sus variantes) usurpa el carácter emotivo de la esperanza cristiana (al decir emotivo subrayamos, justamente, la alusión a la moción o movimiento), acoplándolo con esa especie de recusación de la plenitud del ser que es el carácter distintivo de todos los inmanentismos. Castellani combatió este espíritu y recordó para sus paisanos la diafanidad del dogma de la Parusía, que un cristianismo asaz mundanizado querría soterrar como el talento que esconde el servidor malo y perezoso de la parábola.
Por esto, y si por su capacidad de alumbrar pudiera tenérselo por un Sócrates cimarrón, su triunfo a través del dolor redentor nos lo presentará siempre como un sacerdote cabal, un alter Christus.
Flavio Infante
MEDITACIÓN DE NAVIDAD
domingo
25 de diciembre de 2011
SANTA Y FELIZ NAVIDAD
Factus est Homo qui erat Deus,
accipiendo quod non erat,
non amittendo quod erat:
ita factus est Homo Deus.
Ibi habes aliquid propter infirmitatem tuam ;
ibi habes aliud propter perfectionem tuam.
Erigat te Christus per id quod Homo est;
ducat te per id quod Deus-Homo est;
perducat te ad id quod Deus est.
El que era Dios se ha hecho Hombre,
tomando lo que no era,
pero sin perder lo que era,
y de este modo se hizo Hombre.
Tú tienes en ese misterio lo que responde a tu
flaqueza,
y hallas igualmente en él el principio de tu
perfección.
Elévete Cristo por su naturaleza Humana;
guíete por la unión de su Humanidad con la
Divinidad;
y condúzcate hasta la misma Divinidad.
San
Agustín
“In Ioannem”, XXIII, 6.
miércoles, 21 de diciembre de 2011
Un proyecto estratégico para Salta
Revista Claves nº 176 – diciembre de 2008
Geopolítica y geoestrategia.
La geopolítica cuenta con mala prensa y la locura nazi tiene gran parte
de la responsabilidad. La forma en que ciertos estados la proyectaron fuera de sus
fronteras, la hicieron incompatible con un orden mundial que finalmente debió
prohibir la guerra como instrumento válido de política nacional (Carta de NU,
art. 2.4). Por eso el año 1945 fue un punto de inflexión en la historia
contemporánea.
Los estados con proyección geopolítica se identifican con la teoría
realista del poder y todo lo que deriva de ella. Sin embargo no faltan quienes,
aún considerándola una ciencia simple y segura, perciben su utilidad como “una
ilusión, una farsa y una disculpa para el robo”. Así pensaba el geógrafo Isaiah
Bowman, antiguo presidente de la Universidad John Hopkins, en un ensayo
titulado “Geografía versus Geopolítica”, publicado en Política
y poder en un mundo más chico[1]. ¿Se debe o no se debe, entonces, pensar en términos
geopolíticos a esta altura de los tiempos? Aunque no se la presente como tal, ella
está presente en cada proyecto nacional perdurable. Bowman, colocándose en la
vereda de la teoría idealista, sostenía en el lejano 1948 que “apenas” hay dos
leyes para lograr una paz mundial permanente: “justicia basada en la doctrina
de los derechos humanos y empleo cooperativo del poder para imponer la
justicia”. Un proyecto geopolítico nacional, con todo, no tiene porque salirse
de tal andarivel. No pretendemos caer acá en un debate antiguo, en el cual los
distintos autores, nacionales y extranjeros, se han sacado chispas entre sí:
“cada maestrito con su librito”, dicho sin ánimo peyorativo. Lo cierto es que
en cualquier país con mínima conciencia de su destino subyacen, si se quiere de
modo primario, algunas constantes geopolíticas. ¿No es todavía nuestro caso?
Para evitar susceptibilidades, centraremos este comentario en la geoestrategia. Si la geopolítica
consiste en la interpretación de una realidad en función de los elementos que
integran su objeto (política, población, espacios físicos), la geoestrategia se
ciñe más a la geografía, es decir, refiere a la incidencia de la geografía en
un diseño político[2].
No es, empero, la geoestrategia una especie dentro del género sino que acota su
interés a un contexto témporo-espacial determinado. En ambos casos, en
definitiva, se pretende pensar el mediano y largo plazos para obrar en
consecuencia. Por lo demás, cabe dejar sentada una preocupación que opera como
hipótesis: no es buena cosa que un país como la Argentina carezca de
geopolítica, una y misma para todo el conjunto de la Nación. Eso no impide que
cada unidad articule su propio proyecto estratégico. Que se corren riesgos no
caben dudas; pero cuando hay conciencia nacional, tales proyectos son útiles y
al final prepararán y equilibrarán el proyecto mayor faltante, una construcción
colectiva de diversas miradas. El proyecto de la generación del 80, con todas
sus fortalezas y debilidades, aún no fue sustituido y tampoco se adecua para las
próximas décadas en que ha de jugarse un
nuevo esquema de poder mundial.
Desde estas páginas aludimos varias veces a la falta de propuestas que
contemplen las urgencias de la coyuntura, las necesidades del corto, las
perspectivas del mediano y la visión del largo plazo. Si hay un debate que nos
debemos en la Argentina desde la recuperación de la democracia, precisamente es
el de un proyecto nacional para 50 años. Explicaciones para entender por qué no
se avanzó hay muchas y a cuál más lamentable. La última que en el siglo pasado estuvo
concebida en esa dirección fue la propuesta desarrollista
para el momento justo en que correspondía implementarla, asentada en las
industrias de base para sustituir importaciones. Pero finalmente se frustró a
causa del injustificado golpe de estado contra Arturo Frondizi. No vale llorar
sobre leche derramada: no logramos concluir un ciclo de desencuentros, cerrando
el círculo iniciado con la democratización política que impulsó el radicalismo
y la justicia social del peronismo. De hecho, las exigencias actuales son muy
otras.
En busca de un proyecto
inclusivo.
Aunque para algunos suene a utopía y a otros ni les interese (usualmente
los que han hecho de la política la
continuación de los negocios por otros medios), Salta debe proponer su
proyecto estratégico al servicio de la Nación: es la sexta provincia argentina
en extensión territorial continental y octava en población. Posee una enorme
variedad de climas, paisajes y recursos, pero hoy sigue siendo un conjunto de
valles desarticulados, por ende mal integrados y peor comunicados. No cansaremos
al lector describiendo los recursos naturales con que la naturaleza la dotó,
pero sí señalemos que están sub explotados y poco industrializados; lo
corroboran nuestros índices macroeconómicos.
En teoría del poder se diferencian los recursos tangibles de los
intangibles. Dentro de los primeros, los físicos o materiales, se computa la
geografía física y los recursos naturales que ella ofrece, y también la
población. Resulta imprescindible que la dirigencia salteña por su mayor
responsabilidad y los salteños en general, tengamos conciencia del valor de
nuestros recursos humanos y materiales y los conozcamos al detalle. Hace tiempo
que acuñamos una frase, repetida hasta el cansancio en la cátedra: no se ama lo que no se conoce y no se
defiende lo que no se ama.
El otro gran recurso tangible de poder, y más importante por cierto, es
la población. Sin población para qué la geografía. Hay regiones europeas que,
en la misma superficie de Salta (155.488 km2), nos quintuplican en habitantes.
En el nuevo esquema de poder mundial comandarán los países de gran extensión y
mucha población. Argentina es la novena extensión territorial del mundo[3]
y no llega a 40 millones de habitantes. México, por caso, que ya está siendo
convocado al reparto de asientos preferenciales, tiene casi 800.000 km2 menos
pero superó en 2005 los 105 millones de habitantes.
A la fecha en Salta bordeamos el 1.100.000 en una extensión en la que
debería haber el doble de personas. Un mínimo ejercicio mental dará cuenta de
cuánto cambiaría nuestra provincia si la diseñáramos a partir de un plan de afianzamiento
y redistribución poblacional. A nadie escapa que el crecimiento de la ciudad de
Salta y su concentración conurbana obedece al arreo de gente en busca de
mejores oportunidades. Creándolas allí donde corresponde en función de una
planificación provincial, hará que anclen allí sus cunas para desarrollar
capacidades y encontrar su destino.
En el sentido de lo expuesto habría que considerar -en principio y como
presentación- los siguientes ejes geoestratégicos: el de San Antonio de los
Cobres – Tolar Grande – Caipe; el del Valle Calchaquí bajo, medio y alto; el
del triángulo Orán, Embarcación, Tartagal; Metán - Rosario de la Frontera; el
eje transversal Valle de Lerma - Valle de Siancas; el eje J.V. González –
Lajitas, todos con sus respectivas zonas de proyección. En ellos está lo mejor de la producción
salteña: los cultivos extensivos de las llanuras y valles intermedios,
hidrocarburos, minería, vid, tabaco, a los cuales hay que agregar más valor
(biodiesel, fertilizantes, aceites, etc.).
Lejos de todo y de todos.
Todo lo expuesto a modo de presentación (sobre lo que volveremos con mayor
frecuencia), tiene a su vez una justificación nacional, relacionada también con
el ignoto proyecto del Bicentenario: es imprescindible equilibrar
geopolíticamente a la Argentina. Los ejes Buenos Aires - Rosario; Santa Fe -
Paraná; Córdoba - Santa Rosa; Mendoza - San Juan, los varios ejes patagónicos, para
mencionar los más evidentes, necesitan un contrapeso urgente en el noroeste del
país. Y la que se halla en mejores condiciones para ofrecerlo es Salta, considerándola
un centro geoestratégico vertebrador de unidades mayores (por ejemplo, el
cuadrilátero Salta - Gral. Güemes - San Pedro - San Salvador; y en escala
mayor, zona bisagra o de soldadura de la Zicosur). El eje integrador -el núcleo
geohistórico- debe ser nuestra provincia por su extensión, variedad de
recursos, población e historia, sin desmedro de las contribuciones de las
provincias hermanas; pero Salta está vinculada a seis de ellas y a tres países
de la “península suramericana”. Este
valor estratégico debe aprovecharse al máximo y en función de un proyecto de
largo plazo, solidario y responsable. Téngase presente que después de la
reforma de 1994, el poder nacional se concentró aún más en las regiones
macrocefálicas, por eso la Argentina es más despareja[4].
El diario La Nación informó
hace unos días sobre una iniciativa privada de la Corporación América[5],
que consiste en un corredor para la
integración física del Mercosur, cuya expresión será un túnel de 52 km que
horadará la cordillera de los Andes coincidiendo con el trazado de la carretera
que une Mendoza con Santiago. Si bien se trata de un emprendimiento privado,
inquieta saber el destino de los corredores ferro-camineros que atraviesan
nuestra provincia de norte a sur y de este a oeste. Esa iniciativa tiene aún
pendiente varios estudios de factibilidad económica y geológica (ya lleva
insumidos u$ 50 millones), pero no se nos escapa que esa gran obra beneficiará
sobre todo al “cuerno de oro del Mercosur”, el enorme espacio que arranca en
Belo Horizonte, continúa por Río de Janeiro, San Pablo, Curitiba, Porto Alegre,
Montevideo, Buenos Aires, Rosario, Córdoba, Mendoza y concluye en Santiago.
Allí se concentra la mayor cantidad de población de la subregión, lo mejor de
su industria, servicios y cultura. Esa franja genera el 90 % de la producción y
el 75 % del consumo de los cuatro países involucrados. El resto es silencio…
Desde hace tiempo, estas cuestiones nos obsesionan a muchos a medida que
nos aproximamos a los dos siglos de vida independiente, sin nada para ofrecer a
las generaciones venideras, sumidos en la etapa histórica más torpemente coyunturalista de nuestra historia
reciente.
Aunque tengamos el viento en contra, esta es la gran oportunidad para
pensar en otra dimensión, solo hace falta decisión, coraje y mucho seso. Es
tiempo de convocar a filósofos, historiadores, demógrafos, estadísticos,
geógrafos e ingenieros: la meta es hacer de Salta, en una década, la sexta
provincia de la Argentina para que
talle fuerte en el rediseño de la Nación del Bicentenario.
*
El presente trabajo está basado en otro
del autor, publicado el sábado 5 de este mes en el Semanario Redacción, con el título de
“Geoestrategia”.
[1] Cap. 3, p. 56, Ed.
Atlántida, Buenos Aires, 1948. El libro, al que accedimos por la generosidad
del Dr. Armando Frezze, contiene varios ensayos escritos en la inmediata
posguerra, recopilados por H.W. Weigert y V. Stefansson.
[2] Las miradas varían según el
autor. La expuesta corresponde a H. O. Gómez Rueda en Teoría y doctrina de la Geopolítica, p. 89, Ed. Astrea, Buenos
Aires, 1977. El francés Pierre Clerier aborda la geoestrategia desde la óptica
primordialmente militar en la segunda parte de Geopolítica y geoestrategia, Ed. Pleamar, Buenos Aires, 1983.
[3]
Considerando una sola pieza a la UE de los 25, que pasa los 4,5 millones de
km2.
[4] Son numerosos los
estudiosos del tema que lo consideran así, por distintas razones. Juan Enrique
Guglialmelli y su visión global, Nicolás Boscovich pensando en los “ejes
fluviales claves y complementarios” (entre ellos Pilcomayo y Bermejo); Reinaldo
Bandini, Alberto Buela que ha escrito sobre la posición salteña. La lista
podría ser más larga.
[5]
Sección Comercio Exterior, 2/12/08, págs. 4-5.
YATASTO Y EL GENERAL BELGRANO
Ante la insistencia con que se siguen
divulgando algunos errores sobre el pasado histórico relacionado con Yatasto,
consideramos necesario rectificar algunos de ellos surgidos por fallas en la
interpretación de la documentación existente, o por el deseo no siempre mal
intencionado, de adaptar los hechos del pasado a las necesidades del presente.
Dos de los errores más difundidos son los
de la “Posta de Yatasto”, y el de la reunión que mantuvieron los generales San
Martín, Belgrano y Güemes en dicho lugar. En realidad la casa de Yatasto nunca
fue una posta, y tampoco los tres próceres estuvieron reunidos juntos como se los puede apreciar en un
cuadro muy difundido.
Las postas oficialmente reconocidas por el
servicio de correos, desde Salta hasta El Tala, eran las siguientes: Cobos, La
Ciénaga (hoy Cabeza de Buey). Río Pasaje (en la margen norte), Los Algarrobos
(Estancia Las Chilcas, en Lumbreras), Conchas, La Frontera del Rosario y El
Arenal. Yatasto no figura, pero muchos viajeros hacían un alto en su camino en
la sala de Las Juntas, de Manuel José Torrens, situada cerca de la horqueta que
forma el río Yatasto al unirse con el río Metán. Por un injusto olvido, de esta
casa hoy sólo queda una pared y algunos cimientos.
La actual “Posta de Yatasto” estaba
situada uno kilómetros al oeste de Las Juntas, y era la sala de la familia de
Toledo y Pimentel, que había comenzado a construirse en 1784. Este edificio se
encuentra bien conservado gracias a que fue declarado “Monumento histórico
nacional”, por Ley del 14 de julio de 1941. Allí se reunieron, el 26 de marzo
de 1812, Juan Martín de Pueyrredón y el Gral. Belgrano, quien recibió el mando
del maltrecho Ejército del Norte. Este hecho (hoy efemérides local), fue de
gran importancia para la suerte de la guerra, gracias a la capacidad de los
jóvenes oficiales que ayudaron al nuevo Jefe a reconstruir la disciplina y la
moral de la tropa.
Pero el territorio metanense tendrá el
privilegio de ser testigo del primer encuentro de los dos prohombres, o máximos
héroes de la Patria, los generales San Martín y Belgrano. Después de la
fracasada segunda expedición al Alto Perú, el entonces coronel José de San
Martín viene a reemplazar a Belgrano en el mando del Ejército del Norte. El día
16 de enero de 1814 se hospeda en la sala de Yatasto, y el 19 llega a la posta
de Los Algarrobos. Hasta allí se dirige el Gral. Belgrano, que estaba con sus
soldados en la margen izquierda del río Pasaje, y en aquel primer abrazo quedó
prefigurado el futuro de nuestro pueblo. San Martín era de neta raigambre
hispana, mientras que Belgrano tenía ascendencia italiana (hoy el 52% de los
apellidos argentinos son de este origen). Luego parten rumbo a Yatasto.
El día 20 ambos Jefes se reúnen en la sala
de Las Juntas, donde hablarán, sin duda, de la necesidad de declarar la
independencia, y del plan continental ya esbozado por otros militares, es
decir, llevar la guerra al Perú por vía marítima. Durante la entrevista, la
familia Torrens obsequió a los próceres pescado del río Juramento, y de aquí
proviene la célebre receta “Dorado a la San Martín”, que publicó Juana Manuela
Gorriti en su “Cocina Ecléctica”. Belgrano permanecerá en esta sala hasta el
día 26 de enero, cuando parta hacia San Miguel de Tucumán. Por su parte, el
entonces coronel Martín Miguel de Güemes llegará, en los primeros días de
febrero, a la sala de los Toledo y Pimentel para entrevistarse con el nuevo
Jefe del Ejército del Norte.
Aparte de este recordado encuentro,
Belgrano está entrañablemente unido a nuestro suelo por otros hechos de gran
trascendencia. El 3 de setiembre de 1812 se libró el combate de Las Piedras,
que fue decisivo para preparar al Ejército a dar batalla en Tucumán, y dicho
combate figura en las estrofas de nuestro Himno, del que se dice que comenzó a
ser escrito en las márgenes del río del mismo nombre. Y el 13 de febrero de
1813, en la margen norte del río Pasaje, Belgrano hizo jurar a las tropas
fidelidad a la Asamblea General, desplegando “…la nueva divisa con que
marcharán al combate los defensores de la Patria”. Desde entonces el río tendrá
el nombre de “Juramento”, y la nueva bandera (la izada en Rosario tenía los
colores invertidos, con la franja celeste al medio) no dejará ya de flamear
hasta el día de hoy.
Todo ello nos obliga a dar una breve
semblanza de nuestro héroe, a quien alguien llamó “el eterno novio de la
Patria”. Es que Belgrano es una de las pocas figuras de nuestro campo
historiográfico que cuentan con el favor o la simpatía de todas las vertientes
que se disputan el predominio interpretativo. Había nacido en Buenos aires el 3
de junio de 1770, y su nombre completo era Manuel Joaquín del Corazón de Jesús
de Belgrano y González.
En el Real Colegio de San Carlos estudió
latín y filosofía; trasladado a España cursó el bachillerato en la Universidad
de Salamanca, y posteriormente recibió el título de abogado en la de
Valladolid. Fue secretario del Consulado, luchó contra los ingleses en las
invsiones; como periodista editó “El Correo de Comercio”; fue revolucionario en
los días de Mayo y vocal en la Primera Junta; creó escuelas, fundó pueblos y
fue soldado de la Patria. En Tacuarí, Salta y Tucumán el coraje tendrá su
nombre para el recuerdo.
Pero su momento más glorioso fue quizás,
después de Vilcapugio y Ayohuma, cuando debió rehacerse en la derrota y en la
adversidad, salvando los restos del Ejército del Norte y retirándose en orden
del Alto Perú. En 1816 lo encontramos nuevamente como Jefe de dicho Ejército, y
como protagonista en la política del Congreso de Tucumán. Fue cuando se mostró
partidario de preservar la unidad del Imperio Español en Sudamérica, después de
la independencia, restaurando la monarquía incaica como alternativa.
Después su salud se resiente y desde 1819
una insidiosa hidropesía lo tiene postrado. Tuvo que abandonar la jefatura del
Ejército y trasladarse a Tucumán, en donde lo sorprendió la revolución de
noviembre, grave y en cama. Afectado por esos acontecimientos políticos y
deseando morir en Buenos Aires, solicitó dos mil pesos al gobernador Aráoz para
poder viajar. Se los negaron, la Provincia estaba exhausta por la guerra. Un
amigo, José Balbín, se los presta y en los primeros días de febrero de 1820
Belgrano parte a la Capital.
Mientras tanto la anarquía cundía en el
territorio nacional. En Buenos Aires el gobernador Ramos Mejía le manda
trescientos pesos para ayudarlo en su enfermedad, disculpándose por lo exiguo
de la suma, porque los fondos de la Provincia tampoco daban para más. En sus
últimos días lo visitan Lamadrid y Balbín. A éste le dice: “Muero tan pobre que
no tengo con qué pagarle el dinero que usted me prestó, pero no los perderá. El
Gobierno me debe algunos miles de pesos de mis sueldos, y luego que el país se
tranquilice se los pagarán a mi albacea, quien queda encargado de satisfacer la
demanda”.
Y a las siete de la mañana del día
martes 20 de junio de 1820, la muerte cayó al fin sobre este “rubio y alto
general”, pobre y casi solo en su casa paterna, rodeado por sus hermanos y dos
o tres amigos. Había encomendado “…su alma a Dios, que la formó de la nada, y
su cuerpo a la tierra de que fue formado”, como dejó escrito en su testamento.
Pero su memoria estará para siempre impresa en el celeste y blanco de la enseña
que nos legó. Es que ella en sus amorosos pliegues sintetiza y envuelve todo el
sufrimiento y la alegría, todo el trabajo y sacrificio, la sangre o los
triunfos de todas las generaciones de argentinos que construyeron y construyen
la Nación.
Lic. José Eduardo Poma
jueves, 15 de diciembre de 2011
LOS BICENTENARIOS EN EL SUR DE SALTA
Hay un momento en el transcurso de las manifestaciones humanas en
el que debemos detenernos, mirar lo andado, recapitular y, con la luz que nos
da la experiencia recibida, proseguir la marcha. Porque todo lo que existe sólo
puede comprenderse con la perspectiva que nos ofrece el pasado, así en el
hombre como en los pueblos.
Los argentinos vivimos uno de esos
momentos en el Bicentenario de la Revolución de Mayo y reflexionar sobre lo que
pudimos haber sido y no logramos plasmar en la realidad. Pero los metanenses en
particular, viviremos una serie de bicentenarios relacionados con la guerra de
la Independencia y con sus máximos protagonistas, los generales San Martín,
Belgrano y Güemes. Esto nos ayudará a repensar a la Patria desde este rincón,
hoy llamado San José de Metán, que en este
2011 cumple ya los 345 años de su
existencia, por lo que nos contamos entre los pocos pueblos del país que pueden
llamarse fundadores de nuestra nacionalidad.
El valle de Metán es uno de los lugares
más bellos y fértiles de la Provincia, rodeado de sierras que dejan una sola
puerta para el drenaje fluvial, la del río Pasaje o Juramento. Y fue
precisamente este río el paso o camino natural que usaron tanto los naturales,
como los exploradores de la inmensa región del Tucumán. A la vera de este
río-camino surgieron las primeras poblaciones: Cáseres o Talavera de Esteco en
1566, Nueva Madrid en 1592, y con la fusión y traslado de ambas Talavera de
Madrid en 1610. Esta es la mítica Esteco destruida por el terremoto de 1692, y
que suscitará el culto al Señor del Milagro en Salta.
Pero este camino natural se correrá
luego cada vez más hacia el oeste, y comenzará a ser conocido como el “camino
Real”, que conecta el puerto de Buenos Aires con Lima, que era nuestra capital.
Durante el siglo XVII este camino tiene un punto muy vulnerable, precisamente
en nuestra zona, por donde penetran los indómitos mocovíes, y así la misma será
llamada “la Frontera”, nombre que conservan hasta hoy nuestros vecinos de
Rosario.
Cuando comienzan las guerras calchaquíes
la Frontera entra en crisis, y será necesario asegurar el camino Real. Entre
1665 y 1670, el gobernador del Tucumán Alonso de Mercado y Villacorta,
construye el fuerte de San Carlos en Esteco, funda el pueblo y fuerte de Metán,
y establece la fortificación de Nuestra Señora del Rosario.
Se sabe que el Gobernador tomó como base
para el pueblo de Metán (en los otros sólo se habla de fuertes), a los
habitantes de una doctrina jesuita establecida desde 1646, y que llamaban
Biosmep, que se deformó en Visimepe, Biospepe, Meptanes, vocablos que giran
sobre la voz lule “mep”, que significa miel. Y este será el nombre que,
castellanizado, prevalecerá ya que cuando la Iglesia divide el curato de la
Frontera del Rosario, no toma el de lugares conocidos como Yatasto, Conchas,
Río Piedras, El Galpón y otros, sino el de Metán, lo que es una prueba más de
que no era solamente una hacienda, como Yatasto por ejemplo.
Y también sabemos, como el mismo nombre
de Metán Viejo lo certifica, que el nacimiento de nuestro pueblo está
relacionado con este lugar, donde se construyó un monumento para recordar el hecho. Con orgullo
podemos mirar hacia atrás, y descubrir que somos más antiguos que las capitales
de 12 provincias y muchas grandes ciudades argentinas, y por lo tanto poseemos
una más firme tradición cultural
Las semillas que se plantaron entre 1665
y 1666 no dejaron de crecer y dar frutos, aunque a veces, debieron afirmar el
derecho a su existencia con heroísmo y dolor. Cuando se produce el terremoto de
1692, los sobrevivientes de Esteco se refugiaron en Metán, y ayudaron a
reforzar el fuerte, lo que permitió resistir el ataque de unos 500 mocovíes en
1696. Por ello, por un tiempo se la conoció como la Nueva Esteco, y desde aquí
partió un contingente en 1699 a reconstruir el fuerte del Rosario, hecho que
toman nuestros vecinos como la fecha de su fundación. Durante el siglo XVIII la
Frontera se traslada a la zona de Anta, y aquí surgen muchas estancias que se
dedican sobre todo a la ganadería, como lo corrobora Concolorcorvo, quien
también describe a la familia de Tejeira y Macial de Metán, entre otras de la
zona.
En 1859 la Iglesia decide dividir el
curato de la Frontera del Rosario, y crea el de San José de Metán. El gobierno
de la Provincia sigue sus pasos y crea el departamento con el mismo nombre y
límites. Así surgirá un nuevo pueblo o partido, la villa San José, gracias al
intento urbanizador de don Guillermo Sierra, y el templo parroquial situado en
terrenos donados por él es bendecido en 1872. Sin embargo, el ferrocarril por
razones técnicas y económicas, instalará la estación en un punto intermedio
entre Metán y San José, inaugurada en 1886. Allí surgirá un tercer pueblo, la
Villa del Estación que, por su mayor crecimiento demográfico, terminará
diseñando al Metán actual.
Sería largo enumerar todos los hechos
históricos, en especial los de la guerra de la independencia por todos
conocidos, con la presencia de Belgrano, San Martín y otros héroes, y la gesta
Güemesiana, tan ligada a nuestra zona, hechos que abordaremos por separado en
los momentos oportunos. Sabemos también que en este lugar acampó en 1825 el
entonces coronel José María Paz, que marchaba a la guerra con el Imperio del
Brasil, y que fue recibido por el jefe político y militar de Metán, el viejo
patriota coronel Boedo, como lo cita en sus memorias el que fuera gobernador de
Salta, el coronel José María Todd. Y están los relacionados con las luchas
civiles, como la ejecución de Marco de Avellaneda en 1841, y que hizo
trascender el nombre de Metán a todo el país.
También sería largo enumerar los aportes
en todos los órdenes que la Frontera legó a la Provincia y al país. Para citar
algunos ejemplos en lo cultural, digamos que aquí nació ese conjunto que renovó
el folklore nacional, “Los Chalchaleros”, un Eduardo Falú, al gran escritor
Federico Gauffin, a Fernando Figueroa, a
Lola Mora, orgullo de la plástica argentina, etc.
Durante las primeras décadas del siglo XX
Metán creció rápidamente, gracias al comercio con la región chaqueña que
impulsó el Ferrocarril Central Norte, el que además instaló grandes talleres y
depósitos. Por ello llegó a ser la 2ª población de Salta (hoy es la 5ª). En
1950 es por ley declarada ciudad, y medio siglo después una nueva ley fusionó
los nombres de Metán y San José, fusión que de hecho había ya realizado el
ferrocarril, y fue éste el que nos permitió ser lo que hoy somos.
Lic.
José Eduardo
Poma - Presidente IBFM
LOS ENCUENTROS EN YATASTO
El camino Real que unía Buenos Aires
con Lima, tenía un punto crítico que comenzó a ser llamado “la Frontera”,
debido a que por la puerta del río Pasaje penetraban los malones desde el Chaco
Gualamba. Y este mismo río que era un camino natural, en épocas de creciente
detenía a los viajeros, a veces por largas semanas. Así, la zona de Metán se
convirtió en un lugar estratégico, y fue testigo de numerosos y trascendentes
hechos históricos en la época hispánica, y durante la guerra por la
independencia y las luchas civiles.
Entre estos hechos históricos, los
más importantes fueron, por sus consecuencias, los encuentros entre San Martín
con Belgrano, y luego con Güemes, en la sala de Yatasto, de los Toledo y
Pimentel, situada unos 8 kilómetros al
sur de Metán (hoy Metán Viejo). Previamente, en esta casa el Gral. Belgrano
había recibido el mando del Ejército del Norte de manos de Pueyrredón, el 26 de
marzo de 1812. Por ello podemos decir que Metán tuvo el privilegio de ver
reunidos, y planear la estrategia decisiva, a los tres máximos héroes de
nuestra independencia. Si alguno de ellos hubiera fallado en su misión, tal vez
las Provincias Unidas habrían sido reconquistadas, y el Congreso de Tucumán no
se hubiera llevado a cabo.
Debemos recordar que el Gral.
Belgrano logró revertir la mala imagen que de la Revolución dejó la primera
expedición al alto Perú, en donde se comenzó a llamar a los de Buenos aires
“porteños herejes y crueles”, por la política de terror innecesaria que aplicó
Castelli siguiendo órdenes de Moreno, con profanaciones de templos y
fusilamientos de oficiales de menor rango. Belgrano llegó a tener gran estima
por nuestra zona, tal vez porque en el territorio metanense obtuvo su primer
triunfo sobre las fuerzas realistas en el combate de Las Piedras, el 3 de
setiembre de 1812. Muchos sostienen que en ese lugar, López y Planes comenzó a
escribir las primeras estrofas de nuestro himno. Y también Belgrano, después de
la decisiva batalla de Tucumán, hizo jurar al Ejército fidelidad, a orillas del río Pasaje que él bautizó
“Juramento”, a la Soberana Asamblea Constituyente, y desplegó la bandera
celeste y blanca que ya no dejaría de flamear hasta el día de hoy.
Después de Vilcapugio y Ayohuma,
Belgrano es reemplazado en el mando del Ejército del Norte por el entonces
coronel don José de San Martín. Este llega a Yatasto el 16 de enero de 1814,
siendo hospedado por la citada familia de Toledo y Pimentel. Al día siguiente parte
con los refuerzos que trae hacia Chilcas, donde Belgrano lo espera en la ribera
norte del río Juramento. Luego, el día 19,
cruzará el río para ir al encuentro de San Martín, que había llegado a
la posta de Los Algarrobos. Ambos deciden trasladarse a la sala de Las Juntas
de Yatasto, cuyo propietario era el catalán Manuel Torrens la que, por estar al
lado del camino Real, era como una posta aunque no oficial. Allí permanecerán
el día 20 de enero (fecha incorporada como efemérides del Municipio de Metán), donde son obsequiados con pescado del río
Juramento, que dará origen a la célebre
receta “Dorado a la San Martín”, que publicara Juana Manuela Gorriti en su
“Cocina Ecléctica”.
San martín comprendió muy bien las
virtudes de las que estaba dotado el Gral. Belgrano, y escribió al Director
Posadas para que no lo excluya del Ejército del Norte, alegando su gran
conocimiento de la gente y de la región, y de la estima que le tenían sus
oficiales y soldados, pero fue en vano. El 26 de enero el creador de la Bandera
partirá hacia Tucumán.
San Martín no avanzó más al norte del
río Juramento, y se quedó sin conocer la Capital de los salteños (lo mismo hará
Sarmiento en 1884 cuando visitó Metán). Pero faltaba el otro encuentro decisivo
para la causa. A comienzos de febrero de 1814 llegó a Yatasto el todavía
coronel Martín Miguel de Güemes, y desde el comienzo ambos se comprenden e
intuyen los diferentes roles que les tocará desempeñar, en la difícil etapa que
se avecinaba para la Patria. El Libertador ya tenía en mente el plan
continental, de llegar a Lima por vía marítima, para lo que se necesitaba
construir una barrera defensiva infranqueable en la frontera norte. Se dice que
este plan lo esbozó el Gral. Guido, amigo íntimo de San Martín, y otros
sostienen que distintos estrategas ya lo habían discutido antes. Lo cierto es
que serán estos dos hombres los que lo llevarán a cabo.
Mientras discuten la estrategia y las
posibles alternativas o tácticas, recorren la zona, Una tradición oral firme
nos dice que llegaron a Ortega, un poco más allá de El Galpón, ya que en esa
antigua reducción estaba la tumba del gobernador don Jerónimo de Matorras, tío
de San Martín, el que había fallecido allí en 1775 mientras construía una
capilla. Algunos agregan que llegaron hasta los primeros fortines de Anta, lo
que sin duda sirvió para que el nuevo Jefe del Ejército apreciara las virtudes
del héroe salteño. Por ello lo designa Comandante de las avanzadas del río
Juramento, instalando Güemes su campamento en Conchas, a pocos kilómetros al
norte de Metán, y el Libertador parte hacia San Miguel de Tucumán, donde piensa
levantar una fortaleza.
Ya todos sabemos cómo terminó esta
historia. San Martín llegó a Lima, pero una traición sesgó la vida del Gral.
Gúemes cuando tenía sólo 36 años, lo que, junto con la ceguera política de Rivadavia, impidió que
se abra un segundo frente por el Alto Perú, como lo establecía el plan
continental. ¿Las consecuencias? La gloria de terminar con la guerra de la
independencia quedó para Simón Bolívar, y nuestro país perdió definitivamente
las provincias altoperuanas, con más un millón de kilómetros cuadrados, y su
salida al Pacífico. Todo un triunfo para los pequeños hombres de las logias
pro-británicas del Río de la Plata.
Eduardo R. Poma
miércoles, 14 de diciembre de 2011
EL TEMPLO DE SAN JOSE EN METAN
Cada 19 de marzo la feligresía metanense
honra a su Patrono, San José, siguiendo la tradición de un culto que se remonta
hasta el siglo XVIII. Se tienen noticias de que existía un culto dedicado a San
José en Yatasto, y también en Orquera, Conchas y otros lugares de nuestra zona.
Es por ello que la Iglesia ,
cuando decide dividir el curato de la Frontera del
Rosario (hoy Rosario de la
Frontera ), en 1859, no hace más que recoger la tradición
popular cuando pone la nueva jurisdicción bajo la advocación del Santo
Patriarca.
Esta tradición la corrobora también don
Guillermo Sierra cuando, enterado de la decisión de la Iglesia de crear un nuevo curato, decide ofrecer a la
misma en donación, los terrenos necesarios para instalar la futura parroquia y
demás espacios para la casa parroquial, plazuela, cementerio, municipio, etc.,
pero con la condición de que el templo a construirse “sea dedicado bajo la advocación de Nuestro Señor San José de Conchas”.
La Iglesia
acepta la donación con fecha 29 de mayo de 1859, aunque la Parroquia quedará con la
advocación de San José de Metán, recogiendo así el nombre de la población más
antigua del lugar. Posteriormente, con fecha 9 de noviembre del mismo año, el
Gobierno de la Provincia
crea el departamento de Metán.
Lo cierto que ni en Metán (hoy Metán Viejo)
ni en Conchas existía un templo adecuado para la Parroquia , por lo que la Curia la establece
provisoriamente en El Galpón, dejando el pequeño oratorio o capilla de Metán a
cargo del P. Manuel Antonio Fernández. Recién el 4 de agosto de 1861 las
autoridades eclesiásticas deciden instalar oficialmente la Parroquia de San José en
Metán, y designan párroco al sacerdote Cristóbal Alcalde. Sin embargo, la
capilla de Metán era muy precaria, por lo que la tarea de los primeros párrocos
fue encarar la construcción de un templo.
Se
sabe que los trabajos comenzaron en 1868 con el P. Saturnino Fernández, y luego
gracias a las diligencias del P. José Vicente Toledo y Pimentel se concluye con
la estructura principal, en 1870. Es por ello que este párroco se dirige al
Provisor Vicario General solicitándole “autorización
para celebrar el Santo Sacrificio de la
Misa , en la iglesia grande, por estar techada e igualados sus
pisos, así del presbiterio como del resto de la iglesia y la mesa del altar en
su mejor parte”. Agregando más adelante que “dicha licencia será hasta su conclusión, mientras encontrare
inconvenientes para las lluvias y el sol, sin que deje por esto de trabajar
hasta concluir”. Sus superiores le permitieron celebrar “los días domingos y festivos de precepto”.
En 1871 se realizan en Metán las “Santas
Misiones”, y a pedido de sus fieles el padre Toledo vuelve a dirigirse a sus
superiores invocando esta vez “el estado
de humedad en que se encuentra la capilla y la poca capacidad de la misma”,
y manifestaba que “he visto con gran
sentimiento que varios vecinos han salido enfermos habiéndose concluido la Misa ”, por lo que pedía
se ampliase la autorización concedida anteriormente a los días de trabajo. La
respuesta de las autoridades fue favorable.
Por fin, el 25 de diciembre de 1872 se
realizan los actos de la solemne bendición del templo de la Parroquia de San José de
Metán, ubicada en el lugar de los terrenos donados, y en donde irá surgiendo un
nuevo pueblo llamado “Villa San José”, distante unos 8 kilómetros de Metán,
al que se apodará “El Viejo”, y a 2 kilómetros de la futura estación del
Ferrocarril Central Norte que se inaugurará en 1886. Y esta “Villa del
Estación” será la que dará forma definitiva al Metán actual.
La bendición y los actos fueron presididos
por el titular de la Diócesis
de Salta, Mons. Buenaventura Rizo Patrón y Zabala, y figuraron como padrinos en
la ceremonia el señor Nicolás Reynoso y su esposa, descendientes de una de las
más antiguas familias radicadas en
Conchas. Este honor se lo otorgaron por las importantes donaciones que habían
realizado para culminar con las obras del templo parroquial, aunque faltaba
todavía construir la torre para el campanario, la que quedó concluida hacia
1890. Lo que no se conoce es quien diseñó o planificó esta construcción, que
muestra un estilo ecléctico con columnas griegas, ojivas góticas y sectores que
recuerdan al colonial español.
Por esta época las parroquias no sólo eran
centros religiosos, sino también cívicos, culturales y hasta políticos. Así, en
1864 el párroco de San José había sido elegido diputado para representar a
Metán en la Legislatura. Y
la Iglesia
era la única que registraba y documentaba a las personas con los bautismos,
casamientos y defunciones, supervisando la enseñanza, las costumbres y aún los
cementerios, construidos generalmente al lado de los templos.
Pero a partir de 1880 la generación que se
hace cargo del Gobierno de la
Nación , iniciará una política de signo anticlerical que
llevará hasta la ruptura con el mismo Vaticano. Influyen en ellos las ideas
liberales y positivistas, que se traducirán en leyes como la de enseñanza laica
y obligatoria, la del matrimonio civil y otras disposiciones entre la que estaba la administración de los
cementerios por los municipios, que irán marginando a la Iglesia de la vida
pública.
Esta situación provocó innumerables
conflictos, los que fueron llegando al interior del país en forma atenuada. En
Metán, por ejemplo, la colaboración entre la Parroquia y el Consejo
Municipal siguió adelante, a pesar de que se produjeron algunos roces. En
1886, el regidor (concejal) don Enrique
Lona “denuncia
que el cura párroco don Melitón Graz (1879-1881) descuidó los asientos en los libros de bautismos, casamientos y
defunciones, causando perjuicios a las familias al faltar los comprobantes, por
lo que solicita al actual párroco, don Juan Bianchi, informe al Consejo
Municipal si quedaron borradores de los asientos faltantes”. Y en 1887, con
motivo de los traslados de los cadáveres al osario del nuevo cementerio
municipal, el Consejo “fija el derecho de
sepultura en un peso moneda nacional, siendo sin cargo para los pobres de
solemnidad”. En la misma sesión, se notifica al cura párroco, P. Manuel
Belarde, “se sirva abstenerse de cobrar
derecho alguno por el nuevo cementerio, ya que es propiedad municipal”.
En los años siguientes los párrocos siguen
impulsando las obras del templo, destacándose el P. Mariano Borrás, quien al
fallecer el 3 de junio de 1896 ocasiona un profundo pesar en la feligresía
metanense. Como testimonio de ese aprecio es la gran placa colocada en el
templo que dice: “La ingratitud es la
independencia del corazón. Fue justo, nosotros estaremos eternamente
reconocidos”.
En el año 1900 es designado párroco el
sacerdote Marcelino Franco, que al decir de un caracterizado vecino de Metán “era un español de carácter bonachón y muy
afecto al póquer”. Estuvo un cuarto de siglo al frente de la Parroquia , y a él se le
debe la construcción de veredas, verjas y la finalización de los trabajos en la
casa parroquial. En 1924 lo reemplazó el padre Leonardo Ferrara, y en 1929
llegó otro español, el padre Saturio Irrurosqui. Este sacerdote dejó gratos
recuerdos en nuestro medio. Fundó el club de fútbol Sportivo San José y fue
cofundador de la Sociedad Española
de Socorros Mutuos. También escribía obras de teatro que fueron sucesos en
aquella época.
Entre 1936 y 1940 fue párroco el P. Carlos
Acuña, y a éste le sucedió el P. José Mir, también español, quien fue pionero
de la educación secundaria en Metán al crear, en 1943, el Instituto Adscripto
José Manuel Estrada. A este sacerdote le tocó presidir la colocación de la
piedra basal del nuevo templo para nuestro Patrono, que se pensaba construir
frente a la plaza General San Martín, puesto que el centro del pueblo se había
desplazado hacia el sector de la
Estación del Ferrocarril, y ya todas las instituciones habían
abandonado a la vieja villa San José.. Pero como dice el refrán “el hombre propone y Dios dispone”, el
terremoto de 1948 cambió todos los planes. El culto al Señor del Milagro fue
creciendo año a año en forma extraordinaria, por lo que las autoridades
eclesiásticas decidieron dejar bajo esta advocación al nuevo templo, creándose
otra parroquia en 1966. Y al padre Mir también le tocó soportar otra calamidad
que se abatió sobre la población de Metán el 19 de marzo de 1949, justo el día
de San José, cuando torrentes de agua y lodo destrozaron varios sectores del
pueblo, provocando víctimas y graves daños. No faltaron entonces los que
dijeron que San José estaba enojado
porque se lo olvidó como Patrono, puesto que por el terremoto la población
adoptó como Patronos Tutelares, ¡al
Señor y a la Virgen
del Milagro!
En 1952 es designado párroco el sacerdote
Néstor Ojeda, también muy recordado por nuestra feligresía. El fue quien
habilitó el nuevo templo ya dedicado al Señor del Milagro, y en donde se
oficiarán misas para el sector de la Estación , en reemplazo de la capilla que se había
improvisado en la Escuela General
Belgrano. Y también al P. Ojeda le correspondió organizar los solemnes festejos
del 19 de marzo de 1957, en “acción de
gracias por los cien años de culto en el
pueblo de Metán”, festejos que contaron
con la presencia de Mons. Roberto J. Tavella y altas autoridades del Gobierno
de la Provincia. Esto
prueba que en Metán se celebraban misas en forma ininterrumpida desde 1857, es
decir, dos antes de la creación del curato de San José de Metán.
Al padre Ojeda lo reemplaza el padre Víctor
Martínez, quien conseguirá con la ayuda de ADVENIAT, una organización católica
de la entonces Alemania Occidental, remodelar y agrandar el interior del
templo, construir una nueva casa
parroquial y otras instalaciones,
trabajos que culminaron en 1982.
Finalmente, el 19 de marzo de 1989 se
informa que, por Decreto Nº 339 del Ministerio de Gobierno de la Provincia de Salta, se
declara “Monumento Histórico al Templo de la Parroquia San José
de Metán”, culminando con éxito el anhelo generalizado de nuestra población de
preservar este ya venerable edificio.
Eduardo R. Poma
30 – 04 – 2011.
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